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De Millonario a Peregrino


Recién llegada al centro histórico de Santiago de Compostela, después de haber recorrido parte del Camino de Santiago como Peregrina, me acerqué a hacer unas fotos a la fachada y las escalinatas del Monasterio e Iglesia de San Martín Pinario que se encuentra detrás de la Catedral. Al darme vuelta Agus ya no estaba al lado mío. Lo busqué con la mirada, recorrí la plazoleta colmada de turistas y finalmente mis ojos lo encontraron: estaba charlando con un señor de unos 70 años. Mientras me acercaba lo primero que pude distinguir fue su sombrero de peregrino marrón con una concha azul y fucsia, típico símbolo de peregrinaje en el camino. Su barba y bigotes blancos estaban prolijamente recortados y tenía una campera gris de polar que aparentaba tener varios años. Cuanto más me acercaba, más detalles encontraba. El sombrero tenía una soguita que pasaba debajo de su barbilla y distintos prendedores con símbolos. En el momento en que Agus registró que me estaba acercando, me miró a los ojos y con una sonrisa me presentó: “Gringa, él es Luigi Cianti. Hizo el Camino de Santiago 36 veces”. En ese instante captó mi atención.


Mientras nos contaba su historia yo seguía observando los diferentes distintivos que colgaban de su cuello. El italiano de ojos celestes cuyo brillo transmitía paz empezó su peregrinación hace veintiún años, cuando su esposa falleció. Ella era la heredera de Volvo y él era un camionero contratado en la empresa, pero cuando se conocieron se enamoraron y estuvieron casados por veinticinco años. Luigi cuenta que después de perder a su mujer tocó fondo cuando tuvo un accidente de tránsito, fue entonces que decidió cambiar su vida, donar toda su fortuna (cinco millones de euros) al orfanato donde creció y empezó su peregrinación. Recorrió a pie cuatro continentes y se considera un peregrino del mundo.


Luigi escribió su libro “Caminando con Dios. De millonario a peregrino” con ayuda de Pilar, su compañera que derrocha optimismo y sonrisas, con quien compartió el proceso de plasmar su historia. Cuando le pregunté donde dormía durante su peregrinaje, me dijo que usa su carpa porque el Camino es un proceso interior y hay que transitarlo con uno mismo, pero en los albergues le abren las puertas para que pueda bañarse. Destaca cada vez que puede la hospitalidad que se encuentra en el camino.


A lo lejos empieza a sonar una gaita con música típica de Galicia. Nosotros seguíamos conversando y Luigi le regaló a Agus una pulsera que tenía puesta, con un triskel celta que representa la evolución y el crecimiento, el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. Mientras la apoyaba en su mano le dijo “esta pulsera me la regalaron, pero a vos te gustó y te llamó la atención, eso significa que es tuya a partir de ahora”.


Cuando no está caminando, Luigi pasa el día contando sus experiencias a quienes quieran escucharlo, en un idioma mezclado italo-español que por momentos me trasladó las tardes con mis abuelos mientras relataban sus historias de la juventud. Al ver pasar a un peregrino con una mochila grande en su espalda (muy similar a la que cargué en mi recorrido) sonrió recordando que su primer peregrinaje también lo hizo con mucho equipo pero que con el tiempo fue aprendiendo que lo importante es andar liviano: “Si hay algo que no se usa, se regala, y si se necesita algo, se pide”, me dijo.

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